LA TUNDA. UN CUENTO AFRO-ECUATORIANO

Foto tomada de https://www.pikist.com/free-photo-ssnrg

El personaje femenino de LA TUNDA forma parte de la mitología, no solo del pueblo afrodescendiente que actualmente reside en el Ecuador, sino de los pueblos afros de la costa del Pacífico norte.

A criterio de algunos investigadores, la historia de este personaje que rapta a los niños desobedientes y los incita a ir  hacia el monte, tendría relación con aquellos esclavos que escapaban de su cautiverio buscando la libertad. El "entunde" del que habla el cuento, vendría a ser ese proyecto político cimarrón que plantea un cambio, una transformación social.

Así también, "la Tunda" es la representación del castigo cuando no se acata las normas y las reglas. En esencia traería un mensaje moralizador, en ese intento por mantener el control de los adultos sobre los niños, sin la necesidad de apelar a otro tipo de castigos.

El relato cotidiano de este tipo de historias entre los pueblos afrodescendientes, sobre todo del medio rural, es cada vez menos frecuente. Quizá esto responde tanto a la desaparición de la selva, del monte, tal como lo conocían las antiguas generaciones, como por la llegada de los medios de comunicación a esas comunidades, que finalmente y de a poco ofrecen a los jóvenes otros referentes.

A continuación la transcripción de este cuento:

Mi bisabuela se lo conto a mi abuela, mi abuela se lo conto a mi madre, mi madre me lo contó a mí. Yo se los conté a mis hijos, mis hijos se los contaron a mis nietos, ni nietos se los contaran a las siguientes generaciones. Este es el cuento de la mitología de la Tunda, de acuerdo a la cosmovisión afroecuatoriana.

La Tunda es un espíritu que se aparecía a los niños y jóvenes rebeldes, malcriados y desobedientes con sus padres. Esta entidad no permitía que se le mire el rostro, además, tenía una pierna deforme en forma de molinillo. Cuando los niños malcriados estaban jugando la Tunda se les transformaba idéntica a un familiar; este podía ser: la mamá, la hermana o una tía. Esta Tunda lo llamaba, lo llamaba, lo llamaba y lo va llamando y el niño obedecía. Cuando el niño entra en razón ya está perdido en medio de la montaña y en ese momento ella se transforma en la Tunda.

Los niños raptados cuando tenían hambre, ella les cocinaba camarones en su trasero y de esa forma los alimentaba, así los entundaba o los hipnotizaba y los seguía llevando monte adentro.

Para poder ser liberados debía realizarse un ritual con humo, bombo, cununo, maracas y guasá. Donde estuviera el papá, la mamá, el padrino. Estos familiares insultaban gritándole con palabras soeces a la Tunda y la Tunda le decía al muchacho: ¡ándate, ándate muchacho que las palabras son las que arden!

Luego de este ritual, los padres encuentran al niño aturdido, atolondrado y babeando, botando mucha baba por su boca, y cuando estos niños regresaban a casa, tenían otra actitud, ya eran obedientes, responsables, con un mejor comportamiento y se convertían en mejores hijos. Colorín “colorao”, este cuento se “acabao”.


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